viernes, agosto 12, 2005

viii. Pirrónica




Juliano, poeta del Siglo VI d.C, escribió un epigrama en el que se burla del filósofo escéptico Pirrón. Lo hizo a partir de la siguiente anécdota de la vida de Pirrón, referida por Estobeo en la Antología Palatina (Anth. IV 53, 28): "Pirrón decía que no hay ninguna diferencia entre estar vivo y estar muerto; alguien le dijo: ¿Por qué, entonces, no te das muerte? Y él contestó: Porque no hay ninguna diferencia"

El epigrama de Juliano presenta el diálogo entre él (a) y el escéptico (b):

a. ¿Estás muerto Pirrón? b. Lo dudo
a. ¿Cómo es que después de
muerto dices que lo dudas? b. Lo dudo
a. La tumba acabó con la duda.


Algunos años después, y por considerar el texto de Juliano como una afrenta, Octavio Paz le responde: 



EN DEFENSA DE PIRRÓN




A Juliano
Antología Palatina VII, 576.

Juliano, me curaste
de espantos, no de dudas.
Contra Pirrón dijiste:
No sabía el escéptico
si estaba vivo o muerto.
La muerte lo sabía.
Y tú, ¿cómo sabes?(1)



1. Paz, Octavio. Obra Poética (1935-1988),  Seix Barral, Barcelona: 1990, p. 677

2 comentarios:

Rain (Virginia M.T.) dijo...

Nada sabemos, nada sé sobre la muerte, sino que ella vendrá tal vez inesperadamente,
de tu carnalidad y agonía, solo sé que ninguna duda me dice algo de ti.

ddmmaa dijo...

Saludos Vir

Leyendo la última parte de tu comentario recuerdo la introducción que O. P. hace en el Tomo I de sus Obras Completas (La casa de la presencia. FCE.) Señala, entre otras cosas, la "decantación" que "el tiempo" ejerce sobre los efectos del hombre (las comillas son mías), es decir, sobre la palabra. Dicho de otro modo: si el “hombre es escritura” (cfr. con el poema que O. P. escribe a partir de un texto de Claudio Ptolomeo: Hermandad), el “antólogo” por excelencia es el tiempo. La reducción (hombre=escritura) es terrible y, con todo, afortunada (O. P. declara abiertamente su “envidia” ante los epigramistas griegos de la A. P., por ejemplo) Es una forma de “trascendencia”. Aprender a morir y a estar muertos, diría Platón (epígrafe de un libro de Jaime Labastida, aquel de las obsesiones), hablar con los muertos, diría O.P., y no tan sólo, es decir, aquella insistencia, aquel afán que ha motivado a los hombres a levantar, ante la muerte, signos de desenfado e ingenio. O. P., si algo cultivó, fue el diálogo con los muertos, con sus muertos (recuérdese Pasado en claro)

En ambos textos, en el de Juliano, en el de O.P., la duda no es sino la muestra de tal desenfado, de cierta impronta ante el tiempo, la muerte y la escritura; de aquella vocación por el diálogo.