miércoles, agosto 31, 2005

xxiv

En contraparte, encuentro bastante sencillo alimentar las necesidades afectivas del otro. El mecanismo es fácil, basta actualizar las palabras del otro, sus afanes. Basta intuir lo que desea, lo que apetece, para devolverle algo a la medida, algo de manufactura simple, algunas palabritas en las cuales no caiga, de entrada, sospecha alguna sobre su veracidad. Basta fingir el apasionamiento, cierta desesperación, cierta entrega. Eso resulta, las más de las veces, infalible. Pocos pueden resistirse a la promesa de una intimidad mayor, de cierta identificación, de cierta empatía. Ha de suponer, acertadamente, que no todo puede estar calculado de manera tan fría. Por supuesto que mis necesidades han sido satisfechas en aquellos lances. Por supuesto que mis miserias se han visto recompensadas, retroalimentadas en menor o mayor medida. Por supuesto que hubo un tiempo en que yo no reparaba en todo esto, en que la dinámica estaba marcada por cierta inconsciencia. Tal escarceo, por otra parte, no dura mucho,:es obvio que está condenado al fracaso. El cansancio termina por apoderarse de uno, termina por hacerme devolver una imagen estática, fija, inmóvil, redundante. Tal vez de eso se trate todo esto, tal vez mi experiencia no sea muy distinta de lo que usted podría contar también como propio. Lo que quiero apuntar es que cada vez soy más consciente de todo aquello, que lo disfruto más, que el goce es mayor cuando más hay que satisfacer, cuando más hay que elaborar para que el otro se sienta amado, correspondido, embriagado por un licor de efectos que perduran, de efectos que sobreviven al tiempo, al olvido, al temblor de la carne.

1 comentario:

Anónimo dijo...

De lo que te he leído (unido al siguiente texto), algo de lo más sincero... quizá es que te prefiero sin afeites (ja), esos que uno mismo se coloca para plantarse frente al espejo o para tener un rostro más o menos preferido que mostrar; o será que sólo veo lo que me gusta observarte (o lo que no te dignas mostrar), acaso sólo veo lo que alguna vez en tí también ví en mí, lo que quizá imaginé; acaso soy la misma ingenua que al leerte siempre trata de poseer un poco más del enigmita, acaso así será siempre...