martes, septiembre 20, 2005

xxxvii


: Apatía. Deja de atraerme lo que hasta hace poco me interesaba. Conservo lo menos. Supongo eso me hace seguir escribiendo acá. Sigo esperando. Estoy cansado de mi pecho. Quisera abandonarme en tus brazos. Quisiera las tardes que hemos perdido, que no han sido nuestras. Los días han sido largos, hermana, vendrán de nueva cuenta. Llueve. Durmamos juntos, como dos niños.

domingo, septiembre 18, 2005

xxxvi

: Voy con un amigo a una fiesta. Treinta en una casa, entre los 16 y los veintiuno de edad. Me ofrecen una mezcla de ron y refresco que acaban de preparar. La proporción aproximada es de 350 mililitros de ron por 500 de refresco. Los chicos están ya borrachos, las chicas también. Alguien porta un cuchillo. Algunos creen ver en simples miradas la invitación a los golpes. Se hacen de palabras, las chicas intentan conciliar. Después del escarceo algunos fanfarronean. Se escuchan frases del tipo: “lo hubiera matado”. El lugar está lleno de machitos. fanfarrones. Siento lástima por ellos y por mí. Miro tibiamente los miembros de las chicas. Quiero estar solo. El lugar me atrae y me asquea en una proporción de 350 a 500.

xxxv



3

La luce che ci punge
è un filo sempre più sottile.

Più non abbagli tu, se non uccidi?
Dammi questa gioia suprema.

3

Esta luz que nos punza
es un hilo cada vez más sutil.

¿Ya no deslumbras tú si es que no matas?
Dame esa alegría suprema.



G. Ungaretti, número 3 de La Pieta

jueves, septiembre 15, 2005

xxxiv

******:

Veo la fotografía que me has enviado. Recuerdo a Radha Mitchell en High Art (film de Lisa Cholodenko). La protagonista es retratada al amanecer por su amante, Ally Sheedy, en una habitación llena de luz. La cámara insiste en las sábanas blancas, en la curva de la cintura, en el contorno, en la blancura de un cuerpo y su acomodo, en aquello que llamamos sonrisa. Curiosamente no pienso en aquel amanecer, en el nombre propio del que te fotografía, en el cómo ni en el por qué. En vez de eso miro tu cuello, tus labios, la disposición de la mirada, el cabello tan largo y negro cayendo hacia el costado. Pienso en el acomodo de los cuerpos, no sólo del tuyo. Cada día me sorprendo con la mirada fija en un tobillo, en el pliegue de una falda, en el vuelo de unas manos que se agitan, en el aroma que va dejando una colegiala por la mañana, caminando con prisa, cuidadosamente peinada. La mañana trae siempre ese destello sobre las cosas, las mismas que siguen cayendo en sí mismas, conservando el letargo, el afán de la espera. Cada día el destello, el aroma que logra escapar al disimulo. En una escena, Lucy Berliner fotografía a Greta, su amante alemana. Estoy cansado, ******, eso es todo. Uno camina cada mañana, aspirando un cigarrillo, sin poder mirar fijamente. Se descubre mirando un tobillo, el pliegue que ciertamente tienen las prendas, el giro de unas manos y el peso que adelantan en el aire. Uno se descubre por costumbre, me digo. Me asaltan, a veces, imágenes de una violencia mayor, las mismas que ceden ante el deseo y su elaboración tan pobre, programática, llena de lugares comunes. A veces todo aquello es lo mismo. La violencia desemboca en aquel afluente oscuro como imitando la dicha.
A veces la violencia es lo mismo.
Estoy cansado de mirar, es eso. Toda fatiga se resuelve en qué, vuelve en qué. Todo es de mañana, algún día.

Francisco

miércoles, septiembre 14, 2005

xxxiii

: Prefiero planear una violación, exponerme, a perder el tiempo en tratar de seducir a una mujer. Imagino los afanes, los tientos, toda la mierda que tendría que decir para conseguir un poco de sexo. Prefiero tomar aquello a la fuerza. Aquello me parece una necedad, lo otro una delicia.

xxxii



Baltasar Gracián: Sentencias del Oráculo manual y el Arte de la Prudencia.

5. Hacerse indispensable. No hace sagrada la imagen el que la pinta y adorna, sino el que la adora. El sagaz prefiere los que le necesitan a los que dan las gracias. La esperanza cortés tiene buena memoria, pero el agradecimiento vulgar es olvidadizo y es un error confiar en él.

13. Obrar con intención, con primera y con segunda intención. La vida del hombre es milicia contra la malicia del hombre: la sagacidad pelea con estratagemas de mala intención. Nunca hace lo que indica: apunta, si, para despistar; se insinúa con destreza y disimulo; y actúa en la inesperada realidad, atenta siempre a confundir. Deja caer una intención para tranquilizar la atención ajena, y gira inmediatamente contra ella, venciendo por lo impensado.

17. Variar de estilo al actuar. No obrar siempre igual. Así se confunde a los demás, especialmente si son competidores. No hay que obrar siempre de primera intención, pues nos captarán la rutina y se anticiparán y frustrarán las acciones. Tampoco hay que actuar siempre de segunda intención, pues entenderán la treta cuando se repita.

26. Encontrar el punto débil de cada uno. Este es el arte de mover las voluntades. Es más una destreza que determinación. Es saber por dónde se ha de entrar a cada uno. Primero hay que conocer el carácter, después tocar el punto débil, insistir en él, pues infaliblemente se quedará sin voluntad.

37. Conocer las insinuaciones y saber usarlas. Es el punto más sutil del trato humano. Se usan para probar los ánimos y, de la manera más disimulada y penetrante, el corazón.

77. Saber adaptarse a todos. Es el gran arte de ganar a todos, porque la semejanza atrae la simpatía. Observar los caracteres y ajustarse al de cada uno. Al serio y al jovial seguirles la corriente, transformándose cortésmente. Es necesario para los que dependen de otros. Esta gran destreza para vivir necesita una gran capacidad.

95. Saber mantener la expectación: alimentarla siempre. Hay que prometer más y mucho. La mejor acción debe ser hacer un envite de gran cantidad. No se tiene que echar todo el resto en la primera buena jugada. Es una gran treta saber moderarse en las fuerzas, en el saber, e ir adelantando el triunfo.

101. La mitad del mundo se está riendo de la otra mitad, y ambas son necias. Según las opiniones, o todo es bueno o todo es malo. Lo que uno sigue el otro lo persigue. Es un necio insufrible el que quiere regularlo todo según su criterio. Las perfecciones no dependen de una sola opinión: los gustos son tantos como los rostros, e igualmente variados. No hay defecto sin afecto. No se debe desconfiar porque no agraden las cosas a algunos, pues no faltarán otros que las aprecien. Ni enorgullezca el aplauso de éstos, pues otros lo condenarán. La norma de la verdadera satisfacción es la aprobación de los hombres de reputación y que tienen voz y voto en esas materias. No se vive de un solo criterio, ni de una costumbre, ni de un siglo.

viernes, septiembre 09, 2005

xxxi

: Comemos. Me pregunta si tengo novia, digo que no. Estoy cansado, pero me esfuerzo para no mostrarlo. Hace dos días nos acostamos por primera vez. Empieza a hacer preguntas. Su curiosidad es pobre y se contenta con algunos datos generales. En todo caso, se conforma con lo que le muestro. Yo estoy más ocupado viendo a aquella de catorce que está sentada cerca de nosotros, con sus padres. Borro la descripciòn de la misma. Dejo de interesarme en ella del mismo modo en que dejo de interesarme por lo que escribo. Borro las últmas líneas.

jueves, septiembre 08, 2005

xxx


And death shall have no dominion.
Dead men naked they shall be one
With the man in the wind and the west moon;
When their bones are picked clean and the clean bones gone,
They shall have stars at elbow and foot;
Though they go mad they shall be sane,
Though they sink through the sea they shall rise again;
Though lovers be lost love shall not;
And death shall have no dominion.



Dylan Thomas. Fragmento de And death shall have no dominion

miércoles, septiembre 07, 2005

xxix

: Vuelvo a escribir para tí y para mí. Sabrás que en cada escrito sólo te digo dos o tres palabras, siempre las mismas. Vuelvo a escribir. Sabrás aquello, bajo las sombras que sin querer nos aman.

lunes, septiembre 05, 2005

xxviii


: Muchas tazas después voy al baño. Dejo algunos papeles encima de la mesa, algún libro. Memorizo la disposición de los objetos, la mayor parte. También reparo en mi interlocutora. Me tardo en el baño más de lo necesario, mucho más. Al regresar noto que ha movido el libro de lugar, que le han servido más café, que el recipiente con azúcar y su cucharita han cambiado de sitio. También que la servilleta, la mía, en la cual simulaba escribir algo de suma importancia, y que había dejado boca abajo, ha sido amablemente leída. Su maquillaje sigue igual., pero su rostro refleja cierta especie de desasosiego. Le pregunto una necedad, le pregunto si es curiosa, si suele fijarse en los pequeños detalles.

domingo, septiembre 04, 2005

xxvii



i

Siempre que los hombres han deseado ser mujeres, han deseado -esencialmente- ser putas.

Los inválidos, los deformes, nos turban espiritualmente porque son la prefiguración de una de nuestras posibilidades.

La muerte quizá, el olvido, la nada, es lo que media entre la sensación y el hecho que la produce.

ii

Tú te reíste entonces y echaste a correr mientras las olas te tocaban los pies. ¿Cómo era posible todo esto si nunca habíamos salido de aquel cuarto y aquel cuarto pertencía a una casa y esa casa estaba situada en una calle, conocida y precisable, de una ciudad de tierra adentro? ¿Quién eres, pues, que así te presentas hecha toda de sombras a pesar de tu traje blanco de enfermera?
Es preciso nos hagamos de nueva cuenta la misma pregunta: ¿somos la materialización del deseo de alguien que nos ha convocado, de alguien que nos ha construido con sus recuerdos, con sus sombras que nada significan?

iii

COLOFÓN
La muerte es la operación del espíritu por la que tú, lector, y yo, autor de esta escritura, perdemos la importancia; aun si nuestra relación queda incólumne.


Salvador Elizondo

sábado, septiembre 03, 2005

xxvi

La cabeza sigue en su sitio, la tuya y la mía. Aquellos efectos olvidados, lo que no toca nuestros cuerpos, vuelven como un presentimiento de muerte. Deberías pedir mi cabeza, resolver este giro de una vez por todas. Deberías atar tu cabello al mío, cantar aquellos salmos que preceden a la fatiga del cuerpo y a los cuerpos. Deberías pedir para nosotros lo que no se repite, bailar con tus miembros amarillos, atada por la cintura si todo canto, el nuestro, se pierde en la penumbra, si pocas alegrías nos quedan.


jueves, septiembre 01, 2005

xxv


Imitación de la dicha

DONDE los árboles aumentan / el abandono de la tarde, / qué languidamente / se han desvanecido tus últimos pasos. /Apenas se muestran las flores / de los tilos, apenas insisten en su destino. // Un motivo buscas a tus afectos, /buscas en tu vida la experiencia del silencio. / Otros caminos me revela a mí / el tiempo reflejado en el espejo. Como la muerte / me entristece ahora la belleza / que como un relámpago veo en otros rostros. / He perdido todo rastro de inocencia, / hasta en esta voz que sobrevive / para imitar la alegría.