miércoles, agosto 24, 2005

xx


¿Qué mujer, qué ligera,
habiendo atado su cabello al mío,
se ofrece en la penumbra?

¿Qué agridulce, qué aroma
es este que sube desde el hocico
de un animal cualquiera?

Par a par yugulando,
matarife cualquiera pues no importa.
Chillamos, beberemos
con cierto regocijo sobre un lecho:
leche, miel, amapola.

Los mismos que un día tejieron nuestros
cabellos, mujer, han de desatarlos.

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