miércoles, marzo 22, 2006

lxxvii

Soñé que recibía correspondencia tuya. Me habías mandado, además de una carta en donde me hablabas de un posible viaje, cajas y más cajas (pequeñas, alargada) que contenían diversos artículos. Estaban etiquetadas. En las etiquetas se podía leer: "gomeros" (sic), "lápices", "reproducción a escala de Enritch" (personaje de Rey, dama y valet, de V. Nabokov), "carteras", etcétera. Abrí una caja: había un cómpas, gomas, una pequeña fusta, lapiceros. Había más de diez cajas llenas de agendas. Me preguntaba si habías escrito algo para mí. Encontraba algo escrito en la primera que abría, era un poema: "La sangre que derrama Francisco no es su sangre. A pesar de que lo que él cree" -es lo único que recuerdo ahora-. Estaba en una casa. Afuera, en las calles por las que bajaba agua a modo de un pequeño cauce, la gente bailaba, cantaba zamba. Me alejaba. Caminaba sin llevar ninguna de las cajas conmigo.



Revisado el jueves 26 de julio de 2007
y el 25 de noviembre de 2010

lunes, enero 30, 2006

lxxvi

Anotación marginal número uno:


Mi tía conserva fotografías en las que mi abuelo aparece desnudo con menores de edad. Hábilmente, mi abuelo apenas aparece en las fotografías: un perfil, un cuerpo que puede ser cualquier cuerpo. La mayoría muestran sólo a las mujeres y parte de la habitación: la ventana cerrada, el lecho, lo que seguramente es la parte de una lámpara fuera de cuadro. Mi tía aparece en algunas de las fotografías junto a su madre.

El mecanismo se repite una y otra vez. Nadie ha visto esas fotografías.


Anotación marginal número dos:


Mi abuelo tomó una fotografía en la que aparezco yo, sentado en el sillón de la casa paterna. Tengo menos de tres años. Están ahí el destello angular de la cristalería, los muebles oscuros y enormes, un amplio ventanal cubierto cubierto por las cortinas de terciopelo rojo.


Anotación marginal número tres:


Le toma una fotografía. Ella está desnuda.
Ella cierra los ojos. Él la mira fijamente: le es indiferente el olor de su entrepierna.


Todas las fotografías están en blanco y negro.





Corregido el 3 de noviembre de 2010

miércoles, enero 25, 2006

lxxv

Poema
para ser leído tres
veces por ti, por su boca,
juntos, en un lecho.

i

Una canción compuse
a la mujer del templo, pero ella no lo sabe.
A ti, Elis, que peinas tus cabellos silvestres,
así, sin escucharme.

ii

Dime, ¿vendrás mañana?
¿Vendrás aquella tarde cuando estuvimos juntos?
Es preciso que lleves por aroma el jacinto,
que no olvides el peso de tu amante,
ni aquella vez, cuando tu risa fue para otro.

Sólo así podrán tenerte mis brazos.

iii

¿Hay un dios, mujer, anterior a todos los dioses?
¿Por qué insistes, por qué, en mirar hacia el Oeste?

Tal es, mujer, tu Templo,
tu dios único y templo.

sábado, enero 21, 2006

lxxiv

ESTA CARTA LA ESCRIBIO ELLA:

12/04/06
Sueño:

tú me habías invitado a pasar unos días en un lugar que nunca se definió en el sueño, pero se sabía que el mar estaba cerca y que hacía tanto calor que la ropa era insoportable. Yo llegaba en la noche a tu departamento, era pequeño, me recordaba los cuartos del barco en el que viajé hace tiempo. Tenía una alfombra café, una pequeña mesa de comedor redonda con cuatro sillas tapizadas de color café, una sala blanca, muy cuadrada; dos recámaras y un baño que podían verse desde la entrada. Todo estaba a desnivel, había escalones en la entrada para bajar al comedor y otros en la sala. Tenía unas cortinas blancas que cubrían el enorme ventanal que estaba en la sala. Olía a vainilla. Llegaba desnuda, sólo con calzones blancos. Tú estabas completamente desnudo y contigo estaba la Hibakusha, vestida igual que yo, sólo con unos calzones blancos. Nos saludábamos con pocos ánimos, tú buscabas unas copas en un mueble que había en el comedor, estabas agachado y casi no volteabas a verme. Me dijiste que si quería vestirme podía tomar una playera de tu armario; fui a buscarla y tomé una enorme que tenía en la parte trasera un letrero de una marca de carros. Me senté con ustedes en la sala, tú y ella seguían desnudos. Decidí ponerme la playera porque me había dado cuenta que al llegar a ese lugar el vientre me crecía y me crecía. La J. tenía una cara de ratón mojado y unos movimientos de gallina que me hacían aguantar la risa. Con el transcurso del sueño su figura se fue suavizando. Tú y yo permanecíamos platicando en la sala, tomando un vino. Ella se iba y regresaba vestida, cada vez con un diferente atuendo. La primera vez regresó con un vestido naranja, floreado, que dejaba su espalda descubierta y se ataba por detrás del cuello, no era tan corto, le llegaba un poco debajo de las rodillas. En ese momento sus facciones y sus movimientos cambiaron. Se veía guapísima. Tú preparabas un arroz rojo con unos spaghettis enrollados que le daba forma de conos y nos los servías en platos grandes. Yo jugaba un poco con el tenedor, tratando de quitarle el spaghetti. Todos hacíamos lo mismo y nadie se lo comía. La J. volvía de nuevo con un pantalón de vestir azul marino y una camisa blanca con rayas del mismo azul. Se veía elegante, esta vez la veía más como la he visto en las fotos. No recuerdo de qué platicábamos tú y yo, sólo recuerdo lo que ella decía cuando regresaba con el nuevo atuendo. La primera vez me hacía muchas preguntas sobre mi vida; la segunda vez hablaba fuerte, como queriendo llamar la atención y decía que tenía que salir a trabajar. Ella te amenazaba con hacer algo, no recuerdo bien qué, y tú y yo terminábamos persiguiéndola por unas oficinas, subiendo y bajando escaleras, ahí ya estábamos vestidos. De pronto estábamos otra vez en el departamento, ella con el vestido naranja, secándose los pies sentada en el sillón, con el cabello mojado. Me platicaba sobre una película que yo había visto ya en el sueño. Una escena de la película era aquella en la que los dos aparecíamos subiendo unas escaleras persiguiéndola, la alcanzábamos en el siguiente piso. Cuando salía del elevador, ella se topaba con Salma Hayek y se besaban (¡qué cosa!). Después las escenas se mezclaban con las de otra película mexicana, (“La última mirada”), hasta entonces ella me decía que la película era una obra maestra, pero cuando todo concluyó en que se trataba de ésta, me reí (porque es una película malísima) y traté de escapar de la conversación. De pronto apareció en la escena del sueño Jorge, un conocido que parecía haberse metido en el cuerpo de uno de mis amigos, Leonardo. Estaba sentado en una silla dándonos la espalda. Catalina preguntaba “¿qué quieren hacer en la noche? Podemos ir a ver la película de la que les he hablado; en la plaza habrá títeres, se presenta la Cooperacha, o prefieren ir a ver al Rey León”. Yo me reía y le decía “la Cooperacha es malísima, daría lo mismo ir a ver al Rey León y la película, prefiero ir a caminar por la playa”. Jorge volteaba y gritaba “¡cómo puedes decir que la Cooperacha es mala, no puedes perderte las aventuras del Capitán Gazpacho”. Tú nos observabas y reías tranquilamente. Me levanté y fui al baño, en el piso estaba pegada la foto que pusiste en tu blog, y otra mostrando los genitales de la J.

En ese momento desperté, en el transcurso del sueño parecía que hacía anotaciones paralelas, nunca me había visto de esa manera en un sueño, tan de fuera. Hice lo mismo que en el sueño, me levanté y fui al baño, cuando regresé no pude evitar observarme desnuda en el espejo para ver de qué tamaño era mi vientre, Estuve pensando, al mismo tiempo que el sueño volvía a tener conexión. Estaba en una sala de exposición, ante unos cuadros grandes con técnica mixta: agua fuerte, pastel y montajes. Alguien me decía en ese momento que era una exposición tuya. En el primer cuadro, que al mismo tiempo era el último, pero yo lo había tomado como el primero, había un mensaje para mí en letras pequeñas en la parte inferior, decía : “esta imagen es para ti”, arriba de la frase había un rectángulo en el que aparecía con letras de diferentes colores la palabra “MARINA”, todo consistía en una ilusión óptica, tenía que mirar fijamente la imagen para que después este se convirtiera en una imagen gigante que multiplicaba la imagen principal del cuadro, me es un poco difícil describirla. Esa imagen sólo podía verla yo. Los demás cuadros eran similares, pero en medio de todos había un gráfico al que le ponía poca importancia, hasta que de pronto alguien me daba unos lentes con gran aumento que me permitían verlo más claro. Me gustaría dibujártelo, explicaba ciertos aspectos de los recursos empleados en el sadomasoquismo, había palabras muy extrañas cuya morfología referían a la forma de los genitales. Había algo muy chistoso: decía que antes de chupar un pene había que extraer el líquido salino que tenía, porque la lengua retenía las sales y los líquidos y podría quedar muy inflada; también había otra advertencia en el uso de la caca, y explicabas gráficamente que por ningún motivo se podía guardar la caca de un día para utilizarla al día siguiente porque su estado podría ser terrible, y a un lado dibujabas una caca con pelos. Tal vez eso fue lo único que pude entender, lo demás era muy extraño, parecía que estaba tan científicamente expuesto, todo sobre un fondo azul cielo; los gráficos eran negros y algunas líneas de un azul más fuerte.


Mi sueño continuaba alejado de todo lo anterior, después me encontraba en una fiesta con todos mis amigos de la prepa, robábamos un taxi para llegar a tiempo a una feria. Yo seguía pensando en el gráfico y en el significado de las palabras. Después todo estaba mezclado, estaba en la sala de una casa vieja que ahora ya no existe y que siempre sueño, en donde pasé mucho tiempo en mi infancia. Observaba fotografías de la dueña de la casa, que tampoco existe ya.

Fue chistosa la recreación en mi sueño de la J. Se le notaban los ojos azules y el cuerpo redondo, así fue como la vi, redondita.

Antier soñé que el mismo muñeco de siempre me mataba, al otro día mi madre me dijo que ya lo había tirado, sentí miedo.

C.

jueves, enero 12, 2006

lxxiii

















Se marchitan los frutos,
No tengo que decírtelo.

Poco tiempo nos queda
Si vuelve todo en calma,
Si tus pies van tocados de una gracia terrible;
Si adelantas los pasos
Sin por qué, no sé a dónde.


sábado, enero 07, 2006

lxxii

La tarde es la misma. Se insiste en los pasos, en los días que ya nada dicen, que no pueden decir nada. ¿Qué hacer si todo da lo mismo, si aquellos pequeños impulsos que me arrastran a la vida se consumen apenas al acariciarlos? Ganas de entregarme a la autocompasión, pero no logro ni siquiera eso.

Hay mucho de engaño en estas líneas, un tono de voz que se finge, una sensibilidad. He cambiado, terriblemente, tanto que no me reconocerías, tanto que no me has reconocido.

lunes, enero 02, 2006

lxxi



"Creo que en cada amorío que tiene un escritor llega el momento en que la mujer voltea para decirle: "No hablas en serio, ¿verdad?". Recuerdo que hace varios años pasé una sola tarde con una mujer; estábamos muy borrachos, y en algún punto ella me comentó: "Esto es lo que haces, ¿no? Hablas con la gente, la orillas a pensar que realmente te interesa, pero en el fondo te importa un carajo."


En Entrevista con John Banville: En el reino del extrañamiento. Letras libres. Diciembre 2004. Año VI. Nùmero 72. Página 74.