martes, noviembre 29, 2005

lxv

Primer escena:

Me ha dicho que ha comprado un collar y una correa de perro. Que en aquel hotel, a solas, se ha amarrado los senos con un nudo en forma de ocho; que ha pasado la cuerda por su entrepierna; que ha atado la misma por detrás, como ha podido. Que ha atado la correa a la ventana, que se ha introducido un envase de desodorante y algo más en los dos orificios. Que la cuerda impedía que salieran. Que ha terminado en un "orgasmo largo e intenso" (sic). Que aquello no le basta. Que quiere ser, según sus propias palabras, "una gran puta". ¿Para qué? Para satisfacer a diario a su pareja -esa que no tiene-; para saber cómo. Me pregunta si yo estaría dispuesto; me dice, también, que ella está segura de que aprendería mucho conmigo, a pesar de mi edad. Yo digo que sí, que tal vez. No dejo de reír. Me veo repitiendo las escenas que he venido leyendo, alguna escena que me resulte familiar por haber estado antes ahí, de otro modo, con otro rostro distinto al suyo. No dejo de reír, río por desgano. ¿No le parecería a usted bastante aburrido? También me dice que quiere ir al cine, que hace seis años que no va.


Escena intermedia (poco probable):


Imagino a dos en una habitación austera, sin muebles. El uno amarra al segundo, le golpea hasta cansarse. Nada de sexo. El uno dispone del segundo para aquel procedimiento maquinal, programático, para eso inconfesable; para eso que tantas veces ha dicho: no me atrevería.


Última escena, la menos probable:

Una pareja compra los boletos para la función de las cinco. Ella le confiesa que hace seis años que no ve una película en el cine. Ríen como dos tontos con los malentendidos románticos de Jeniifer Aniston.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Al terminar la película salen del cine, se dirigen al auto y él quiere llevarla a casa lo más pronto posible quién sabe por qué. Pero no puede. Hay una fila inmensa para salir, parece que todos han estado pensando en lo mismo. Ella sonríe.