sábado, diciembre 03, 2005

lxvi

Sueño en dos movimientos (escenas)

Escena primera
:

Estoy en una habitación oscura, con compañeros de la escuela. Vemos una película. La película me recuerda, vagamente, a Fassbinder y, en menor medida, a Wim Wenders. No sabría decir en qué. A cada movimiento de los personajes los mismos se desdoblan siguiendo secuencias distintas: el uno prosigue el gesto, el otro se queda inmóvil o se detiene en medio de la pieza para decir su diálogo, el uno hace el mismo movimiento con pequeñas variantes -el movimiento de una mano, la mirada hacia otra dirección, etc-. Un hombre es una multitud de hombres. Luego los mismos se desvanecen para seguir los movimientos de uno sólo, es decir, la secuencia atiende una posibilidad de entre las demás posibles. Una película cuya "reflexión gira en torno a las posibilidades" -decía un compañero- Un hombre se incorpora de su asiento, varios hombres se incorporan de su asiento, unos más se quedan sentados, otros miran directo hacia la cámara. Hay muchos hombres, hay sólo uno. El hombre se incorpora.

Escena Segunda
:

En el estudio del padre, en aquella habitación llena de libros, marcada por el escritorio de madera oscura, el hombre seduce a su esposa. La escena es en blanco y negro. Cine mudo, sin música de fondo. El hombre intenta seducir a la mujer que se resiste sin oponer ningún tipo de resistencia. años treinta o cuarenta. Así visten los personajes: él con un traje oscuro, ella con un vestido pálido y largo. La descripción ha sido bastante general y pobre. Ella es seducida por su esposo, que termina por tratarla pertinentemente: de manera brusca, anteponiendo su deseo y siempre su propio deseo. La mujer es tomada sobre el escritorio, con la ropa puesta. Sobresalto. Alguien entra a la habitación. Los espectadores no podemos saber quien (la cámara sigue enfocando a los padres, que recomponen sus vestidos). Es el hijo. Los ha escuchado. Los padres intentan, desesperadamente, inventar alguna excusa. La madre le dice al hijo que practica su latín, que el padre la corrije y le enseña. Parodia. La madre se envuelve en una cortina blanca, a modo de toga: empieza a recitar versos latinos, probablemente de Virgilio. La madre exagera cada gesto como es propio hacerlo cuando se declama una poesía clásica. El padre es complice y comparsa: también recita, también exagera los movimientos; toma a la madre por la cintura y la levanta del suelo; ella extiende los brazos como si volara, sigue recitando a Virgilio. El hijo acusa, señala con el dedo.

No hay comentarios.: