domingo, octubre 30, 2005

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De: "k_l_i_n_g_z_o_r"
Fecha: Mié Jul 13, 2005 6:11 am Asunto: Bicéfalo
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El tigre, el blanco caballo desbocado, una bestezuela que ríe. Eso más lo que repite la misma imagen, el mismo acomodo, salvo algunos detalles sintácticos, salvo los ablativos absolutos, y el hocico abierto: Dominique Swain, tu doble, y sus blancas piernas, sus pies al aire, la boca que devora mi boca, metidos como estamos en aquel baño, en aquel bar donde los vodkas y el ansia terrible de fingir que se puede y se debe morir por el cuerpo amado. Importa que sea todo sin retorno, todo azar relumbrando, todo aquello, lo distinto, claro está, salvo lo que no se dice: el giro del tiovivo, los versos de Valante, y los pies descalzos, el giro tras el giro, sobre la tiery los pies vulgarmente descalzos, y los pies descalzos sobre los mosaicos oscuros.

sábado, octubre 29, 2005

l

Y bien, ¿algo más? Por supuesto. Debo decir, también, que mi miembro es ridículamente pequeño. ¿Qué tanto? Pequeñísimo. Pero no tan pequeño como para que no se quejen mientras las abro. Hasta muy tarde he sabido que el tamaño importaba. En mi niñez no participé de esos atisbos sexuales que se dice son tan comunes. No se lo enseñé a nadie ni nadie me enseñó el suyo. No participé en competencias para ver quien orinaba más lejos, no participé en masturbaciones colectivas. No tuve acceso a imágenes sexuales sino hasta muy tarde, tal vez demasiado. Luego entonces, cuando las mismas llegaron (recuerdo los grandes falos propios de la pornografía) supe que algo andaba mal. Con todo, no llegué a angustiarme. Es decir, me angustiaba la posibilidad del contacto sexual, de las aproximaciones, no la función del miembro condicionada por nociones de magnitud (bien a bien no sabía en qué consistía el acto sexual, la copula -sic-) Entregado a un onanismo vehemente (llegué a masturbarme trece, catorce veces al día), las aproximaciones sexuales, el escarceo, quedaban siempre pospuestas. Me refugiaba en la idealización amorosa, no en la proyección sexual del ser amado, no en el deseo del cuerpo (me angustiaba mi cuerpo, la desnudez del mismo, el encuentro con el otro) .Fue hasta mi primer acercamiento sexual que la "angustia-del-pene" se hizo presente. El relato está ahí: perdí la erección apenas puesto el condón. La escena se repitió una vez más. Luego todo se resolvió con donosura: la bala destrozó mi cabeza, me entregué a una sexualidad desbordante, marcada por la voracidad del cuerpo. Me entregué con gozo a una intimidad en la que todo era riesgo. Encaminé mi sexualidad hacia un opuesto afortunado: la perversión. Ningún pudor, ningún sentimiento de culpa. Alguien me dijo que mi vida estará marcada por el sexo: es cierto, lo está. He sido cunsumido por otros cuerpos, he devorado a quien se ha atrevido a entrar en mi cabeza, la otra, la marcada por la intimidad. Eso, y cierto falso pudor, cierta impostura, cierta inclinación por las mentiras.

sábado, octubre 08, 2005

il

Censura.

La entrada original trataba el asunto del color de mi ano. El texto era, evidentemente, una provocación. Me gustaba imaginar, en ese entonces, que una mujer me penetraba con un strap on. En el texto me preguntaba cuál sería la reacción de dicha mujer al abrir mis nalgas, al encontrar esa tonalidad absurda y ridícula por mero contraste con el resto del cuerpo. Fuera de eso, el texto era, como bien ha apuntado Luciernaga en los comentarios, un "aviso de ocasión".

Cabe decir que, una vez feminizado (vestido y pintarrajeado como una mujer), el asunto planteado en el texto poco importó. La J., con el strap on puesto, se dedicó a follarme de lo lindo. Ahora sé por qué a las mujeres les gusta tanto que las penetren con violencia, por qué les gusta saberse lo que llaman puta.

Sí, grité como una puerca. Sí, también esto es una especie de provocación, pero una provocación unívoca, cabeza a cabeza, entre Francisco y Francisco.


domingo, octubre 02, 2005

xxxix

Esto recuperamos.

El destajo, las partes
del animal, sus entrañas por tierra,
la violencia del coito.

Acaricia el aroma
de mi sexo y el tuyo,
el muslo derecho, la quemadura.

Tal es, mujer, tu templo
-la muerte, la risa, ella bailando-,
tu dios único y Templo.

xxxviii

: La primera vez fue en el mes de marzo. La habitación, en un segundo piso, tenía un ventanal que daba a la calle. Había un canal que en los meses de lluvia arrastraba las hojas. Había llorado toda la tarde. Faltaban pocos días para el siete. Pensaba en ti. Todo era sorpresa. De esos días recuerdo tan poco. Pasaban de las seis de la tarde. Era un domingo, como hoy. Meses después caminé bajo la lluvia con una compañera de curso mientras pensaba en la muerte. Había mucha puesta en escena en cada corte. A veces sólo buscaba un motivo para hacerlo. Tiempo después podía cortarme sin tener que llorar, sin tener que estar en “crisis”. Un día la compañera de curso (en una cafetería) tomó mi brazo: pegó la nariz en la herida, la olió largamente ante la mirada de un tercero. Llovía, era de noche. Me sentía tan solo en ese tiempo que fue inevitable no enamorarme de la compañera. En ese tiempo las distancias me afectaban de un modo distinto. A veces pensaba en las cicatrices. Sigo pensando en las cicatrices. Hace un año me corté frente a ti, ¿recuerdas? La última vez fue en los muslos, con tibieza. Sigo sintiéndome solo. Cerca de las quemaduras de cigarrillo. Las últimas veces ha sido más por placer que por angustia. Lo hacía para llamar la atención. También he chantajeado. Me gustaría tener más resistencia ante el dolor. El día que te casaste ha sido el único día en que he querido tener el valor suficiente como para matarme. En ese tiempo vivía en una especie de buhardilla en el centro de la ciudad. Me gustaría cortar otro cuerpo. Tomaba jarras de agua fría con café y alcohol para curaciones. Encuentro que no hay mucho que contar: sólo me cortaba. A veces extraño los amaneceres, el aroma del café recién hecho, la lluvia en las aceras.

martes, septiembre 20, 2005

xxxvii


: Apatía. Deja de atraerme lo que hasta hace poco me interesaba. Conservo lo menos. Supongo eso me hace seguir escribiendo acá. Sigo esperando. Estoy cansado de mi pecho. Quisera abandonarme en tus brazos. Quisiera las tardes que hemos perdido, que no han sido nuestras. Los días han sido largos, hermana, vendrán de nueva cuenta. Llueve. Durmamos juntos, como dos niños.

domingo, septiembre 18, 2005

xxxvi

: Voy con un amigo a una fiesta. Treinta en una casa, entre los 16 y los veintiuno de edad. Me ofrecen una mezcla de ron y refresco que acaban de preparar. La proporción aproximada es de 350 mililitros de ron por 500 de refresco. Los chicos están ya borrachos, las chicas también. Alguien porta un cuchillo. Algunos creen ver en simples miradas la invitación a los golpes. Se hacen de palabras, las chicas intentan conciliar. Después del escarceo algunos fanfarronean. Se escuchan frases del tipo: “lo hubiera matado”. El lugar está lleno de machitos. fanfarrones. Siento lástima por ellos y por mí. Miro tibiamente los miembros de las chicas. Quiero estar solo. El lugar me atrae y me asquea en una proporción de 350 a 500.

xxxv



3

La luce che ci punge
è un filo sempre più sottile.

Più non abbagli tu, se non uccidi?
Dammi questa gioia suprema.

3

Esta luz que nos punza
es un hilo cada vez más sutil.

¿Ya no deslumbras tú si es que no matas?
Dame esa alegría suprema.



G. Ungaretti, número 3 de La Pieta

jueves, septiembre 15, 2005

xxxiv

******:

Veo la fotografía que me has enviado. Recuerdo a Radha Mitchell en High Art (film de Lisa Cholodenko). La protagonista es retratada al amanecer por su amante, Ally Sheedy, en una habitación llena de luz. La cámara insiste en las sábanas blancas, en la curva de la cintura, en el contorno, en la blancura de un cuerpo y su acomodo, en aquello que llamamos sonrisa. Curiosamente no pienso en aquel amanecer, en el nombre propio del que te fotografía, en el cómo ni en el por qué. En vez de eso miro tu cuello, tus labios, la disposición de la mirada, el cabello tan largo y negro cayendo hacia el costado. Pienso en el acomodo de los cuerpos, no sólo del tuyo. Cada día me sorprendo con la mirada fija en un tobillo, en el pliegue de una falda, en el vuelo de unas manos que se agitan, en el aroma que va dejando una colegiala por la mañana, caminando con prisa, cuidadosamente peinada. La mañana trae siempre ese destello sobre las cosas, las mismas que siguen cayendo en sí mismas, conservando el letargo, el afán de la espera. Cada día el destello, el aroma que logra escapar al disimulo. En una escena, Lucy Berliner fotografía a Greta, su amante alemana. Estoy cansado, ******, eso es todo. Uno camina cada mañana, aspirando un cigarrillo, sin poder mirar fijamente. Se descubre mirando un tobillo, el pliegue que ciertamente tienen las prendas, el giro de unas manos y el peso que adelantan en el aire. Uno se descubre por costumbre, me digo. Me asaltan, a veces, imágenes de una violencia mayor, las mismas que ceden ante el deseo y su elaboración tan pobre, programática, llena de lugares comunes. A veces todo aquello es lo mismo. La violencia desemboca en aquel afluente oscuro como imitando la dicha.
A veces la violencia es lo mismo.
Estoy cansado de mirar, es eso. Toda fatiga se resuelve en qué, vuelve en qué. Todo es de mañana, algún día.

Francisco

miércoles, septiembre 14, 2005

xxxiii

: Prefiero planear una violación, exponerme, a perder el tiempo en tratar de seducir a una mujer. Imagino los afanes, los tientos, toda la mierda que tendría que decir para conseguir un poco de sexo. Prefiero tomar aquello a la fuerza. Aquello me parece una necedad, lo otro una delicia.

xxxii



Baltasar Gracián: Sentencias del Oráculo manual y el Arte de la Prudencia.

5. Hacerse indispensable. No hace sagrada la imagen el que la pinta y adorna, sino el que la adora. El sagaz prefiere los que le necesitan a los que dan las gracias. La esperanza cortés tiene buena memoria, pero el agradecimiento vulgar es olvidadizo y es un error confiar en él.

13. Obrar con intención, con primera y con segunda intención. La vida del hombre es milicia contra la malicia del hombre: la sagacidad pelea con estratagemas de mala intención. Nunca hace lo que indica: apunta, si, para despistar; se insinúa con destreza y disimulo; y actúa en la inesperada realidad, atenta siempre a confundir. Deja caer una intención para tranquilizar la atención ajena, y gira inmediatamente contra ella, venciendo por lo impensado.

17. Variar de estilo al actuar. No obrar siempre igual. Así se confunde a los demás, especialmente si son competidores. No hay que obrar siempre de primera intención, pues nos captarán la rutina y se anticiparán y frustrarán las acciones. Tampoco hay que actuar siempre de segunda intención, pues entenderán la treta cuando se repita.

26. Encontrar el punto débil de cada uno. Este es el arte de mover las voluntades. Es más una destreza que determinación. Es saber por dónde se ha de entrar a cada uno. Primero hay que conocer el carácter, después tocar el punto débil, insistir en él, pues infaliblemente se quedará sin voluntad.

37. Conocer las insinuaciones y saber usarlas. Es el punto más sutil del trato humano. Se usan para probar los ánimos y, de la manera más disimulada y penetrante, el corazón.

77. Saber adaptarse a todos. Es el gran arte de ganar a todos, porque la semejanza atrae la simpatía. Observar los caracteres y ajustarse al de cada uno. Al serio y al jovial seguirles la corriente, transformándose cortésmente. Es necesario para los que dependen de otros. Esta gran destreza para vivir necesita una gran capacidad.

95. Saber mantener la expectación: alimentarla siempre. Hay que prometer más y mucho. La mejor acción debe ser hacer un envite de gran cantidad. No se tiene que echar todo el resto en la primera buena jugada. Es una gran treta saber moderarse en las fuerzas, en el saber, e ir adelantando el triunfo.

101. La mitad del mundo se está riendo de la otra mitad, y ambas son necias. Según las opiniones, o todo es bueno o todo es malo. Lo que uno sigue el otro lo persigue. Es un necio insufrible el que quiere regularlo todo según su criterio. Las perfecciones no dependen de una sola opinión: los gustos son tantos como los rostros, e igualmente variados. No hay defecto sin afecto. No se debe desconfiar porque no agraden las cosas a algunos, pues no faltarán otros que las aprecien. Ni enorgullezca el aplauso de éstos, pues otros lo condenarán. La norma de la verdadera satisfacción es la aprobación de los hombres de reputación y que tienen voz y voto en esas materias. No se vive de un solo criterio, ni de una costumbre, ni de un siglo.

viernes, septiembre 09, 2005

xxxi

: Comemos. Me pregunta si tengo novia, digo que no. Estoy cansado, pero me esfuerzo para no mostrarlo. Hace dos días nos acostamos por primera vez. Empieza a hacer preguntas. Su curiosidad es pobre y se contenta con algunos datos generales. En todo caso, se conforma con lo que le muestro. Yo estoy más ocupado viendo a aquella de catorce que está sentada cerca de nosotros, con sus padres. Borro la descripciòn de la misma. Dejo de interesarme en ella del mismo modo en que dejo de interesarme por lo que escribo. Borro las últmas líneas.

jueves, septiembre 08, 2005

xxx


And death shall have no dominion.
Dead men naked they shall be one
With the man in the wind and the west moon;
When their bones are picked clean and the clean bones gone,
They shall have stars at elbow and foot;
Though they go mad they shall be sane,
Though they sink through the sea they shall rise again;
Though lovers be lost love shall not;
And death shall have no dominion.



Dylan Thomas. Fragmento de And death shall have no dominion

miércoles, septiembre 07, 2005

xxix

: Vuelvo a escribir para tí y para mí. Sabrás que en cada escrito sólo te digo dos o tres palabras, siempre las mismas. Vuelvo a escribir. Sabrás aquello, bajo las sombras que sin querer nos aman.

lunes, septiembre 05, 2005

xxviii


: Muchas tazas después voy al baño. Dejo algunos papeles encima de la mesa, algún libro. Memorizo la disposición de los objetos, la mayor parte. También reparo en mi interlocutora. Me tardo en el baño más de lo necesario, mucho más. Al regresar noto que ha movido el libro de lugar, que le han servido más café, que el recipiente con azúcar y su cucharita han cambiado de sitio. También que la servilleta, la mía, en la cual simulaba escribir algo de suma importancia, y que había dejado boca abajo, ha sido amablemente leída. Su maquillaje sigue igual., pero su rostro refleja cierta especie de desasosiego. Le pregunto una necedad, le pregunto si es curiosa, si suele fijarse en los pequeños detalles.

domingo, septiembre 04, 2005

xxvii



i

Siempre que los hombres han deseado ser mujeres, han deseado -esencialmente- ser putas.

Los inválidos, los deformes, nos turban espiritualmente porque son la prefiguración de una de nuestras posibilidades.

La muerte quizá, el olvido, la nada, es lo que media entre la sensación y el hecho que la produce.

ii

Tú te reíste entonces y echaste a correr mientras las olas te tocaban los pies. ¿Cómo era posible todo esto si nunca habíamos salido de aquel cuarto y aquel cuarto pertencía a una casa y esa casa estaba situada en una calle, conocida y precisable, de una ciudad de tierra adentro? ¿Quién eres, pues, que así te presentas hecha toda de sombras a pesar de tu traje blanco de enfermera?
Es preciso nos hagamos de nueva cuenta la misma pregunta: ¿somos la materialización del deseo de alguien que nos ha convocado, de alguien que nos ha construido con sus recuerdos, con sus sombras que nada significan?

iii

COLOFÓN
La muerte es la operación del espíritu por la que tú, lector, y yo, autor de esta escritura, perdemos la importancia; aun si nuestra relación queda incólumne.


Salvador Elizondo

sábado, septiembre 03, 2005

xxvi

La cabeza sigue en su sitio, la tuya y la mía. Aquellos efectos olvidados, lo que no toca nuestros cuerpos, vuelven como un presentimiento de muerte. Deberías pedir mi cabeza, resolver este giro de una vez por todas. Deberías atar tu cabello al mío, cantar aquellos salmos que preceden a la fatiga del cuerpo y a los cuerpos. Deberías pedir para nosotros lo que no se repite, bailar con tus miembros amarillos, atada por la cintura si todo canto, el nuestro, se pierde en la penumbra, si pocas alegrías nos quedan.


jueves, septiembre 01, 2005

xxv


Imitación de la dicha

DONDE los árboles aumentan / el abandono de la tarde, / qué languidamente / se han desvanecido tus últimos pasos. /Apenas se muestran las flores / de los tilos, apenas insisten en su destino. // Un motivo buscas a tus afectos, /buscas en tu vida la experiencia del silencio. / Otros caminos me revela a mí / el tiempo reflejado en el espejo. Como la muerte / me entristece ahora la belleza / que como un relámpago veo en otros rostros. / He perdido todo rastro de inocencia, / hasta en esta voz que sobrevive / para imitar la alegría.

miércoles, agosto 31, 2005

xxiv

En contraparte, encuentro bastante sencillo alimentar las necesidades afectivas del otro. El mecanismo es fácil, basta actualizar las palabras del otro, sus afanes. Basta intuir lo que desea, lo que apetece, para devolverle algo a la medida, algo de manufactura simple, algunas palabritas en las cuales no caiga, de entrada, sospecha alguna sobre su veracidad. Basta fingir el apasionamiento, cierta desesperación, cierta entrega. Eso resulta, las más de las veces, infalible. Pocos pueden resistirse a la promesa de una intimidad mayor, de cierta identificación, de cierta empatía. Ha de suponer, acertadamente, que no todo puede estar calculado de manera tan fría. Por supuesto que mis necesidades han sido satisfechas en aquellos lances. Por supuesto que mis miserias se han visto recompensadas, retroalimentadas en menor o mayor medida. Por supuesto que hubo un tiempo en que yo no reparaba en todo esto, en que la dinámica estaba marcada por cierta inconsciencia. Tal escarceo, por otra parte, no dura mucho,:es obvio que está condenado al fracaso. El cansancio termina por apoderarse de uno, termina por hacerme devolver una imagen estática, fija, inmóvil, redundante. Tal vez de eso se trate todo esto, tal vez mi experiencia no sea muy distinta de lo que usted podría contar también como propio. Lo que quiero apuntar es que cada vez soy más consciente de todo aquello, que lo disfruto más, que el goce es mayor cuando más hay que satisfacer, cuando más hay que elaborar para que el otro se sienta amado, correspondido, embriagado por un licor de efectos que perduran, de efectos que sobreviven al tiempo, al olvido, al temblor de la carne.

martes, agosto 30, 2005

xxiii

Recuerdo, en mi adolescencia, haber usado un cinturón para asfixiarme mientras me masturbaba tumbado en el piso. Recuerdo, también, haberme golpeado con el mismo en la espalda, en los muslos, en los genitales. Luego vinieron los cortes en los brazos, luego, alguna vez, atreví con un emboquillado en el muslo izquierdo. Dando de tumbos en la Internet conocí los grupos de BDSM. Recuerdo haber agregado a cuanta "sumisa" dejaba su correo para ser contactada (debo decir que "elegí" el rol de Amo porque alberga la promesa de poder ejercer violencia sobre alguien más). En los primeros días conocí a una sumisa boliviana que me enseñó lo que un "buen Amo" debe saber; es decir, cómo tratar a las sumisas, cómo hacer para que las mismas no pierdan el interés en uno, más un largo etcétera que, en aquel momento, me pareció algo por demás fascinante; que terminó, también, por hacerme olvidar lo que realmente buscaba. La fascinación no decrecía: la misma boliviana me ofreció a varias "perritas" (sus perritas, por cierto) para mi "entrenamiento" (ella insistía en que yo tenía cierta vocación para llegar a ser un "Amo verdadero", de "los mejores"). Me revisaba las conversaciones, me corregía, me hablaba sobre la personalidad, de los gustos de fulanita y perenganita. En ese tiempo, después de salir de la Internet, me imaginaba violentando a aquellas mujeres de las cuales sólo conocía ciertas imágenes, cierta forma de escribir, ciertas apetencias y tono de voz. La posibilidad de ejercer violencia sobre otro cuerpo que no fuera el propio me resultaba deliciosa, irresistible. Seguí en eso hasta que conocí a una mujer de Celaya, Guanajuato. Las "clases", las lecturas, habían dado sus primeros frutos. La mujer estaba enamorada de tal manera de mí que pude haber hecho casi cualquier cosa con ella. Me acobardé, atreví menos de lo que venía imaginando todo ese tiempo. Para ese entonces ya me daba cuenta de lo patético podía ser todo eso, de lo ridícula que podía llegar a ser la asunción de cierto rol, de cierto "personaje". Lo más importante: la violencia estaba sublimada; lo estaba, por lo menos, en el ambiente con el cual yo me relacionaba. La búsqueda, la posibilidad de satisfacer cierta necesidad, ciertos impulsos inconfesables, estaba siempre pospuesta, lo sigue estando. Es muy probable que nunca llegue a atrever todo el imaginario que he venido alimentando todo este tiempo. La pregunta por el por qué, los supuestos, y todo aquello que he tratado de ignorar y dejar de lado al escribir esto, queda para una mejor ocasión. Con todo, no habré de renunciar, he de atrever lo más posible. Eso seguro.

jueves, agosto 25, 2005

xxii

Tu aroma permanece.

Leía a Juan Luis Maneiro y a Manuel Fabri: Vidas de Mexicanos Ilustres del S. XVIII. Libro lleno de exordios, alabanzas y panegíricos. He recordado aquellas palabras, las tuyas. No he podido sino buscar el rastro de tu aroma, los pequeños matices, el ínfimo punto desde el cual tu olor se desdobla para llenarlo todo.

Se dice, por ejemplo, que Campoy murió de gangrena, con la ingle inflamada por humores corrompidos. Yo digo que es una atroz coincidencia, insisto en no abandonarme a los presagios.

miércoles, agosto 24, 2005

xxi


"Cuando pienso en mis últimos veinticinco años me maravillo de cuán vacíos han sido. No puedo decir que realmente he vivido. Sólo los atravesé tapándome la nariz."

Y. M.

xx


¿Qué mujer, qué ligera,
habiendo atado su cabello al mío,
se ofrece en la penumbra?

¿Qué agridulce, qué aroma
es este que sube desde el hocico
de un animal cualquiera?

Par a par yugulando,
matarife cualquiera pues no importa.
Chillamos, beberemos
con cierto regocijo sobre un lecho:
leche, miel, amapola.

Los mismos que un día tejieron nuestros
cabellos, mujer, han de desatarlos.

sábado, agosto 20, 2005

xix

El correo recibido:

----- Original Message -----From: **** To: "francisco guillen" Subject: RE: SaludosDate: Thu, 18 Aug 2005 10:04:07 -0500

Paco:

Saludos, te escribo nada más para decirte que vivimos una época muy propicia para el disfrute de los sentidos. No, no me voy a poner a hacer un discurso ético. Quiero decir que está muy bien que las chicas usen pantalon acaderado. Pues así es posible verles los calzones, o la tanga de hilo dental, o tipo brasileño cuando se sientan y se les baja el pantalón hasta las nalgas. Pocas chicas no usan calzones, pero me ha tocado ver algunas que, efectivamente, no usan calzones. Solamente se ponen el pantalón. Y fijate que cada vez es más notorio que las chicas más jóvenes usen esa vestimenta. Cierto día vi a una niña, como de 13 años, platicando con otra, y cuando ví bien, me di cuenta que debajo del pantalón acaderado y de tela muy delgada, muy transparente, traía una tanga que terminaba en corte brasileño. Otro día ví a otra niña que no tenía aún los catorce y traía una falda de mezclilla que también era de corte a la cadera. Esa falda se baja y deba ver el borde superior de los calzones. O en otra ocasión, en la que ví a una chica sentada en las escaleras de la catedral, y aunque traía pantalón, por detras se le notaba la tanga de hilo dental, pues el pantalón se baja hasta las nalgas y deja ver muy bien todo el panorama. Ah, gratos placeres del voyeurismo. Esa chica quizás tenía 17 o 18 años. Bien, es todo por el momento, pues tengo más que contarte pero, en otra entrega, ¿sale?

Ah! Alana, Mayra y Helen usaban tanga de hilo dental, pues a todas se les notaba cuando se agachaban. Ni modo, a ver si las que estan ahora en su lugar se dejan ver y apreciar.

La respuesta:

Señor Don *****:

Encuentro que pasar al lado de aquellas jóvenes, oler su cabello recién lavado, es algo de lo cual no podría privarme; que imaginar el peso de sus tobillos es un goce mayor a tenerlo ahí, cuando toda antelación se ha resuelto ¿Es que habremos de procurar tan sólo la espera, es que sólo alimentaremos cierto deseo? ¿Podremos nombrar lo que deseamos? Todavía, ¿habrá fortuna y gracia en tal lance? Que no fatigue nuestras barcas el Leteo, tal es mi pedimento. Que nuestro deseo se resuelva con encanto y donosura, que podamos, amigo mío, pronunciar con plenitud el conjuro, que haya salvación para nosotros.

Francisco.

xviii



Versión definitiva (junio de 2009):

No tejas más tu cabellera, que no insistan tus manos. No quedará nada de nosotros. Has cerrado nuestros labios, no pronunciaré de nuevo tu nombre. Qué fue de aquella tarde, del mar que todo lo devora. Quién baila sin cabeza, quién es el tiempo de la ausencia. Ya no pronuncio tu nombre, mi Salomé, hermana primera del cuerpo.


Entrada original (agosto de 2005):

: todo bien, mi Salomé de cáncer en el colon, mi bestezuela. no tejas más la indolente cabellera, no insistan tus manos. queda mi boca, la que cantó algún día con hastío. queda la palabra que decimos, somos, aquel tu andar ligero. no te olvides de cerrar aquellos labios. no sin decir al oído tres veces tres una cifra, la espera de una tarde, de un mar que todo lo devora. todo eso que llamamos adiós, que nos llenamos. has de saber, hermana mía, que he guardado los efectos para cortar también lo tuyo, para bailar sin cabeza tres veces tres lo que llamamos lo mismo, lo propio, lo todo tiempo ausente. sabrás todo bien, muy bien mi Salomé, hermana primera del cuerpo.

miércoles, agosto 17, 2005

xvii



Me gustaba el aroma, pegar la nariz al borde. Pensaba en las niñas que me gustaban, imaginaba que ellas habían usado ese retrete (o cualquiera de los otros seis de la escuela), que habían estado ahí, con los calzones abajo, meando, cagando, poniendo las nalgas sobre esa superficie fría que, a pesar de la limpieza diaria, levantaba un aroma regular y constante. Al otro día las miraba de una manera distinta, sabía que tal vez una de ellas era la de la menstruación, la de la diarrea, la que ponía insultos anónimos contra su compañera de curso, la de la mierda embarrada con los dedos en una de las paredes. Después adquirí el gusto de oler el papel higiénico, de restregar la boca, parte del rostro. Otras imágenes me asaltaban, más explícitas, más pobres que las primeras. Frecuentaba el baño de las profesoras, pensaba en aquella de las medias color carne, de cabello corto, oscuro, la de la piel más blanca que había visto hasta entonces; pero no pensaba en poseerla, pensaba más bien en su falda tocando el piso, bajando las manos para limpiarse, con las piernas abiertas. Yo intentaba procurarme de todo aquello con cierta regularidad. Luego, sin darme cuenta, perdí lo adquirido.

Los motivos, en todo caso, no son importantes.

xvi



Intervalo / Intervalo / Intervalo




La acumulación como procedimiento:

El segundo movimiento de las negras es P4R; contragambito Alvin, le llaman, pobre e ineficaz contra el tercer movimiento de las blancas. Habría que preguntar, pero los procesos son rápidos, mecánicos, con poco margen para la mano que insiste, pobremente, en abrir el torax, escudriñar las entrañas. ¿Insistirá en el contragambito? El mismo jugador tira de nuevo / Same player shoots again: la misma toma en distintas tonalidades, un hombre empuñando un arma, la cámara en paralelo, un hombre con sombrero, TILT, una ventana. El filo destroza el hueso, lo corta. No hay señal de infección.

xv: Manuel de Sumaya: Misa A5 y Misa A8

Contemporáneo de Bach, Haendel y Scarlatti, cumbres del barroco europeo, Manuel de Sumaya (Ciudad de México, 1680; Oaxaca, 1754) alcanza una calidad contrapuntística elevada, fruto de la asimilación virtuosa de la tradición italiana y europea; misma que sabe incorporar con gracia al llamado estilo novo hispano, por demás incipiente y “casi” inexistente (sabiendo, además, que lo que llamamos nacionalismo musical surge como corriente decisiva en Europa hasta el Siglo XIX, con el romanticismo)

En el campo de la música teatral, M. S. compone la música para La Parénope, texto de Silvio Stampiglia. Puesta en escena el primero de mayo de 1711, en el palacio virreinal, teniendo por motivo el nacimiento del príncipe heredero Luis, el 25 de agosto de 1707 en Madrid. Considerado desde los trece años como prodigio, gana en 1694 una subvención del cabildo metropolitano para estudiar ejecución con José de Ydiáquez, organista catedralicio, y composición con Antonio de Salazar. Habiendo contado a lo largo de su vida con la protección de benefactores importantes, M. S. muere en Oaxaca, el 5 de Octubre de 1754, después de nueve años de maestro en la capilla de la Catedral.

La Misa A5 está escrita para un coro mixto y un tenor solista, el cual establece un diálogo antifonal con el coro; es decir, el coro le contesta al solista. Destacan los cambios de velocidad en un mismo movimiento. La Misa A8, por su parte, está escrita para un doble coro y cuerdas, incluyendo a una soprano solista. A diferencia de la Misa A5, hay partes para una sola voz y otras en que la misma se incorpora como una quinta parte del coro (los coros conservan el llamado diálogo antifonal) La resulta, el coro I es de 5 voces y el coro II de cuatro, dando una polifonía de nueve voces, que habla de la complejidad de la obra. Hay, además, solos para contralto, tenor, y soprano segunda. Destaca la tonalidad, lo atractivo del “color”.


Clave del disco: CD-MQ-IMC-005

lunes, agosto 15, 2005

xiv: "Conversación" de no más de tres minutos.



Aquello dice:
manda una foto donde se te vea el hocico
SOFI dice:
que es hocico

xiii

Versión definitiva (mayo de 2009):

Me gustaría que el filo (su voluntad) no abandonara mi cuerpo, mostrarte cómo y dónde he sido marcado. Me gustaría que supieras esto, mujer, antes de conocernos. Para que sepas que no hay indiferencia cuando me dirijo a ti, que hay todo de estremecimiento cuando nos encontramos, todo de violencia cuando estrechamos la mano, y me inclino para besar tu mejilla. Me gustaría que supieras. Para que el filo (aquello que piensa contra sí mismo, aquello que finge ser lo que piensa) se quede en nuestros cuerpos, para que no haya peso en aquellas caricias.



Primera versión (15 agosto de 2005):

: para que muerto uno arranquen la piel, la pongan a la vista de los que aquí han de quedar (sería delicioso saber cómo, con qué manos tocarían) para que muerto uno arranquen los miembros, para que el filo no abandone mi cuerpo. quisiera supieras todo esto, mujer, antes de conocernos. para que sepas no hay indiferencia cuando te hablo de cualquier cosa. que hay todo de estremeciemiento cuando cruzamos la mirada, que hay todo de violencia cuando estrechamos la mano, cuando me inclino para besar tu mejilla. de tu cuerpo haré lo que no puedo hacer ahora. para que el filo se quede en nuestros cuerpos. para que no haya peso en aquellas caricias.

domingo, agosto 14, 2005

xii



También ella me creyó todo (casi todo).

La primera vez que nos reunimos, por ejemplo, le dije que la amaba: ella no lo dudó ni por un momento.

Recuerdo que me miró a los ojos: sólo encontró amor, amor del bueno, del que dura para siempre.

En general, con ella bastaba acentuar cierta torpeza para que creyera que era la primera en todo (casi todo)

A los 15 minutos hacía lo que suelen hacer las enamoradas: canturreaba en mi oído cualquier cosa.

Aquello duró dos meses.

sábado, agosto 13, 2005

xi. Marina Tsvetáieva


Me abrí las venas sin parar,
irreprimible, brota la vida.
Poned recipientes:
encontrarán un vaso
lo bastante hondo.
Rebasará el borde,
fluirá hacia afuera:
a la negra tierra,
a nutrir la hierba.
Irreversible, incontenible,
irrestituible
el verso brota. (1)

En Breve noticia de Marina Tsvetáieva, versión de Tatiana Rubnova. Revista Biblioteca de México, Núm. 9 / Mayo-Junio de 1992. p. 17

x.

Me gustaría dar contra tu carne, abrirla hasta poder meter el puño; soltar un poco las manos. Quiero dejar de pensar en esa niña del transporte público: blanca de cuerpo y de sonrisa.

Porque lo cierto es que no puedo dejar de pensar en ella, en lo bien que se ha de sentir caminar a su lado; sostener su mano; besar su rostro con ternura.

viernes, agosto 12, 2005

ix. Villon


RONDEAU


MUERTE, protesto tu rigor,
pues me han robado a mi querida
y no te sientes aún tranquila,
si no me dejas en langor.
Pues no hubo fuerza ni vigor,
¿en qué te pudo herir su vida,
Muerte?

Un corazón fuimos los dos;
si ha muerto, el fin es ya mi guía;
o bien que viva yo sin vida,
como una estatua, sin razón.
¡Muerte! (1)

1. Francois Villon. Poemas. Trad. de Mercedes Lloret. Plaza & Janes, S.A., Editores. Barcelona, 1977. p. 109. ISBN: 84-01-81029-9


*

Fotografía:

Castillo, Rafael

    [Cadáver de niña muerta sobre podio]. – [Lima : Rafael Castillo, 187-?].
    1 placa de vidrio en colodión; negativo : 10 x 12 cm.
    Colección Biblioteca Nacional del Perú.

    Reproducido en papel ILFORD PERLA en 40 x 50 cm.

viii. Pirrónica




Juliano, poeta del Siglo VI d.C, escribió un epigrama en el que se burla del filósofo escéptico Pirrón. Lo hizo a partir de la siguiente anécdota de la vida de Pirrón, referida por Estobeo en la Antología Palatina (Anth. IV 53, 28): "Pirrón decía que no hay ninguna diferencia entre estar vivo y estar muerto; alguien le dijo: ¿Por qué, entonces, no te das muerte? Y él contestó: Porque no hay ninguna diferencia"

El epigrama de Juliano presenta el diálogo entre él (a) y el escéptico (b):

a. ¿Estás muerto Pirrón? b. Lo dudo
a. ¿Cómo es que después de
muerto dices que lo dudas? b. Lo dudo
a. La tumba acabó con la duda.


Algunos años después, y por considerar el texto de Juliano como una afrenta, Octavio Paz le responde: 



EN DEFENSA DE PIRRÓN




A Juliano
Antología Palatina VII, 576.

Juliano, me curaste
de espantos, no de dudas.
Contra Pirrón dijiste:
No sabía el escéptico
si estaba vivo o muerto.
La muerte lo sabía.
Y tú, ¿cómo sabes?(1)



1. Paz, Octavio. Obra Poética (1935-1988),  Seix Barral, Barcelona: 1990, p. 677

miércoles, agosto 10, 2005

vii

El mismo
collar, una bolsa de piel


Por eso los zapatos
negros, las piernas blancas sin rasurar.
Por eso, porque hay que
evitar que se arranque trozos de piel.

A veces su mirada
se cruza con la mía: eso es todo
si dice poco y nada,
si descalza los pies, los amarillos.
Por eso, porque hay qué,
acariciando el cómo.


Entrada original:

Por eso los zapatos / negros, las piernas blancas sin rasurar. / Por eso, porque hay que / evitar que se arranque trozos de piel. // Y a veces su mirada / se cruza con la mía, y eso es todo. // Por eso mismo, porque hay que.

vi. Maurice Blanchot




El mundo de los amantes, en La comunidad inconfesable. Trad. David Huerta. Editorial Vuelta. México: 1992. ISBN: 968-6229-61-2

Frente al espacio social ("el pueblo"),  hay cierta asociación a modo de opuesto; el espacio que forman los amigos y la pareja. Entre uno y otro, un "abismo" ("que ninguna superchería retórica puede suprimir"). Asociación que, señala Blanchot, tiene carácter de ajena y antisocial. Dicha oposición está planteada de modo sencillo. Lo uno, el pueblo, como una "árida soledad" (Régis Debray), frente a lo otro, aquel espacio de intimidad: el "mundo verdadero de los amantes" (que supone al mismo tiempo un olvido del mundo). Antagonismo entre la "sociedad ordinaria" y el "tenue relajamiento del vínculo social" (Bataille)


Transcripción de la última parte del texto:

(...) afirmación de una relación tan singular entre los seres que el amor mismo ya no le es necesario, pues éste, que por lo demás no es nunca seguro, puede imponer su exigencia en un círculo donde su obsesión llega incluso a tomar la forma de la imposibilidad de amar. Es decir, el tormento no sentido, incierto, de los que, habiendo perdido "la inteligencia del amor" (Dante), quieren sin embargo, todavía, tender hacia los únicos seres a los que no podrían acercarse con ninguna pasión viva.

martes, agosto 09, 2005

v

11 de febrero de 2008.

Entra en la iglesia y repite para sí la misma plegaria.

Recuerda cierto cuadro: San Pedro mártir curando la pierna de un muchacho. Lo ha mencionada antes, en un blog donde ya no escribe.

La iglesia se llena de murmullos de palomas. El murmullo es tal que la plegaria, la propia, se vuelve un canturreo del cuerpo, un pliegue del mismo que ronza y lastima.

Martirio del cuerpo por el cuerpo. Pero no hay revelación.


Texto original de la entrada:
Vivarini: nombre de una familia de pintores venecianos cuyos principales miembros fueron: Antonio (m. 1480?), uno de los mejores dibujantes de su época; Bartolomeo (m. 1499?), hermano y discípulo de antonio, y Alvise (1446?-1503?), hijo de Antonio y discípulo de Bartolomeo.





San Pedro Mártir curando la pierna de un muchacho:
Antonio Vivarini, c1440, Metropolitan Museum of Art, New York



lunes, agosto 08, 2005

iv. Sumisión femenina (1)

Verano de 2006. Querétaro, Qro.

La hice caminar en cuatro patas hasta el cuarto de baño, hasta la regadera. La estimulaba con rudeza, sin escuchar sus súplicas.

Le dije lo que esperaba que sucediera, paso a paso.

No puedo hacerlo y al decirlo, desesperada y jadeando, intentaba contener el sonido de sus tripas.

Disfruté de su sentido del decoro, de su rostro ruborizado, a pesar de la total impudicia.

iii


So bist du denn geworden

Y has llegado a ser
quien jamás conocí:
palpita en un país
de fuentes, por doquier

tu corazón; ni boca
bebe allí ni forma orla
la sombra: agua rezuma
el brillo, brillo espuma

cual agua, y subes fuentes,
te ciernes por los brillos,
creó un juego tu mente,
que demanda el olvido.


ii.

8 de agosto de 2005:

La última vez vomité.

No sé cómo explicar mi temor a la muerte.
Cada vez lo cuento menos, con menos detalles.

11 de febrero de 2008:


La última vez,
ayer por la tarde, rompí el espejo con el puño.
Lloré, me encerré en el baño
y abrí las llaves.

Alguien salió de mi habitación.
Alguien estaba en mi habitación.


i. Viceversa




Algún día me arrancaré la cabeza / Eso es todo.



Revisado el 12 de febrero de 2008